En humanos, el sistema respiratorio consiste en las
vías aéreas, pulmones y músculos respiratorios, que provocan el movimiento del
aire tanto hacia adentro como hacia afuera del cuerpo. El intercambio de gases
es el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono, del cuerpo con su medio.
Dentro del sistema alveolar de los pulmones, las moléculas de oxígeno y dióxido
de carbono se intercambian pasivamente, por difusión, entre el entorno gaseoso
y la sangre. Así, el sistema respiratorio facilita la oxigenación con la
remoción contaminante del dióxido de carbono (y otros gases que son desechos
del metabolismo) de la circulación.
El sistema también ayuda a mantener el balance entre
ácidos y bases en el cuerpo a través de la eficiente remoción de dióxido de
carbono de la sangre.
El hombre utiliza respiración pulmonar, su aparato respiratorio consta de:
·
Sistema de conducción: fosas nasales, boca, epiglotis, faringe, laringe, tráquea, bronquios principales, bronquios lobulares, bronquios
segmentarios y bronquiolos.
·
Sistema de intercambio: conductos y los sacos alveolares. El espacio muerto anatómico, o zona no respiratoria (no hay
intercambios gaseosos) del árbol bronquial incluye las 16 primeras generaciones
bronquiales, siendo su volumen de unos 150 ml.
La función del aparato respiratorio consiste en desplazar
volúmenes de aire desde la atmósfera a los pulmones y viceversa. Lo anterior es
posible gracias a un proceso conocido como ventilación.
La ventilación es un proceso cíclico y consta de dos
etapas: la inspiración, que es la entrada de aire a los pulmones, y la espiración, que es la salida. La inspiración
es un fenómeno activo, caracterizado por el aumento del volumen torácico que
provoca una presión intrapulmonar negativa y determina el desplazamiento de
aire desde el exterior hacia los pulmones. La contracción de los músculos
inspiratorios principales, diafragma e intercostales externos, es la responsable
de este proceso. Una vez que la presión intrapulmonar iguala a la atmosférica,
la inspiración se detiene y entonces, gracias a la fuerza elástica de la caja
torácica, esta se retrae, generando una presión positiva que supera a la
atmosférica y determinando la salida de aire desde los pulmones.
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